Un momento de respiro [Elizabeth]

Estaba tan concentrado en mis propios pensamientos que no oí cómo alguien se acercaba y se sentaba cerca de mí. Sólo su voz hizo que reaccionara. Abrí los ojos lentamente, mirando hacia el origen de la voz. Una sonrisa nerviosa afloró en mis labios, al tiempo que me incorporaba lentamente.
-No sabes cuanto -respondí suspirando suavemente- ¿Qué tal el tuyo? -pregunté educadamente.
No sabía muy bien por qué, pero aquella muchacha tenía algo que hacía que me pusiera un poco nervioso cada vez que la tenía delante.

La miré algo extrañado ante su primera frase, sin saber muy bien qué quería decir.
-Sí... supongo que hace buen tiempo -titubeé lentamente- Ni mucho frío ni mucho calor -añadí a modo de explicación. No sé si estaba mejor o peor, pero lo que seguramente sí estaba era más nervioso.
Desvié la mirada un poco incómodo, pero la volví hacia ella con curiosidad cuando dijo que era extraño. Estaba a punto de preguntarle qué era extraño cuando se explicó. Tenía razón, nunca habíamos hablado solos. Quizá debido a que yo era tímido y tenía miedo a meter la pata cuando estaba con ella.
-Sí supongo que... no hemos tenido oportunidad -dije encogiéndome de hombros, sin ser capaz de mirarla directamente a los ojos. "Venga Remus, tampoco puede ser tan difícil" me dije a mí mismo.

La miré algo confuso cuando dijo que mejor se iba para que pudiera relajarme. "Muy bien Remus, ya metiste la pata" me lamenté algo enfadado conmigo mismo por ser tan idiota. Noté que se levantaba para marcharse, y mi mente me pidió que reaccionara rápido.
-Espera, por favor -murmuré agarrando su antebrazo con suavidad, pero lo solté rápidamente, avergonzado por lo que estaba haciendo- Quédate, no me molesta para nada la buena compañía -dije con una leve sonrisa, antes de darme cuenta de lo que había dicho. Seguramente me había puesto colorado. "Demonios Remus, cálmate".

Sonreí algo más tranquilo cuando ella decidió quedarse. Se sentó a mi lado y por unos momentos estuvimos en silencio, hasta que ella habló. Por un momento no supe que responder. No quería mentirle, pero tampoco podía decirle toda la verdad.
-Bueno, es que entre las clases, los deberes y las rondas... -murmuré suspirando- Bueno, que no descanso últimamente demasiado bien -añadí intentando mirarla sin sufrir ataques de nerviosismo. Pero ella se dio cuenta de que estaba algo tenso.
-Ya, lo siento... -musité sin ser capaz de explicar por qué estaba nervioso- Supongo que será el estrés -me justifiqué.

Asentí sonriendo cuando dijo que podía ayudarme con las materias. Tampoco es que necesitara mucha ayuda, pero una mano amiga nunca se rechazaba. Me mordí el labio inferior y sonreí tímidamente. Miré hacia el cielo cuando me señaló un ave que pasaba, y cuando quise mirarla de nuevo, ella se había apoyado en mi hombro. Noté como un estremecimiento agradable me recorría de parte a parte e inconscientemente rodeé sus hombros con mi brazo.
-Sí son bonitas- "como tú" estuve a punto de decir, pero mi mente controló esas palabras en el último momento. Sonreí intentando calmarme. Escuché sus palabras y no pude por menos que sentir algo de tristeza por lo que contaba. Claro que era por empatía, ya que yo también me sentía como un bicho raro. Y con razón.
-Vaya, te debiste de sentir mal, supongo -murmuré, no sin sentirme un poco idiota por esas palabras que pretendían ser ¿consoladoras?

Una sonrisa me iluminó el rostro cuando me mencionó, pero intenté que no se me notara demasiado. La miré intentando permanecer tranquilo. Asentí escuchándola. Al parecer teníamos amigos en común. Eso era bueno, ¿no? Estaba empezando a relajarme cuando su última pregunta me cogió totalmente de improviso. No pude evitar sonreír con algo de amargura.
-Bueno, digamos que la mayoría de los elogios y la atención se los llevan Sirius y James -reí quedamente, recordando lo que les gustaba a mis amigos atraer a las chicas- Pero casi mejor, no me gusta llamar demasiado la atención -murmuré sonriendo con sinceridad.

Su halago me cogió de nuevo en fuera de juego. ¿Qué tenía aquella chica que era capaz de alterar mis nervios con sólo unas palabras? Ni tan sólo eso, con sólo una mirada. Me quedé contemplándola fijamente. Finalmente sonreí y desvié la mirada hacia el lago.
-Vaya, gracias -murmuré entre dientes, sin poder dejar de sonreír. No estaba acostumbrado a que elogiaran. Me hubiera gustado poder asumirlo con la naturalidad de Sirius o James, pero era más tímido que ellos dos, y me costaba más.
-Yo en cambio, no sé demasiado de ti -murmuré volviendo a mirarla, col la esperanza de que me contara algo sobre ella.

La escuché hablar, pendiente de cada una de las palabras que decía. "Quidditch" Sonreí ligeramente al oírlo. Sirius y James se podían pasar horas muertas hablando de Quidditch. A mí nunca me había interesado demasiado, aunque ahora le prestaba algo más de atención. Hice un gesto de dolor al ver la herida de Elizabeth, pero sonreí ligeramente. sin embargo, cuando mencionó lo de los hombres-lobo tragué saliva, sin saber dónde meterme.
-Vaya, no creo que quieras conocer a ninguno -murmuré con cierto pesar- Me han dicho que son seres peligrosos... -dije intentando actuar con naturalidad.
Sonreí tratando de calmarme cuando dijo que le gustaría conocerme un poco más.
-Bueno, no tengo mucho de especial -dije encogiéndome de hombros. Vamos, ni yo mismo me creía eso... -Soy prefecto, me gustan las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras... Ah, y tengo el dudoso honor de pertenecer a Los Merodeadores -bromeé sonriendo. "Y un pequeño detalle más, soy un licántropo" pensé para mis adentros con algo de melancolía.

Arrugué el rostro cuando comentó si era de esos idiotas que estaban en contra de ellos. Sonreí algo animado al ver cómo hablaba bien de los licántropos -[color=red]No, Elizabeth, no quise decir que esté en contra de ellos [color]-murmuré sonriendo levemente- Más bien los apoyo y los comprendo -"más de lo que crees" me dije a mí mismo- Sólo digo que son algo peligrosos...
Noté su mano en mi mejille y sentí cómo ésta me ardía. Seguramente debería estar colorado. Me costaba pronunciar palabra, pero finalmente hablé -Vaya, gracias... -murmuré sonriendo tímidamente. "Devuélvele el cumplido" me dijo mi mente, pero me costaba reaccionar -Tú también eres muy especial... y preciosa... -eso último lo añadió mi subconsciente. ¿Había salido de mi boca? Demonios, sólo tenía que haberlo pensado. Desvié la mirada hacia el suelo, totalmente avergonzado.

No era capaz de levantar la mirada del suelo. Escuché cómo me agradecía el cumplido. Era el mayor idiota del mundo. De seguro ella se había dado cuenta de que me había puesto colorado. De rpeente oí como me llamaba y levanté la cabeza para mirarla, aunque me costó horrores. Y una pregunta más salió de sus labios. "¿Quién te gusta?" resonó en mi mente una y otra vez. Me quedé prácticamente congelado, sin palabras. No podía articular una sola.
"Vamos Remus, eres un Gryffindor" me dije intentando hacer acopio de valor para responder. Y sin pensarlo ni siquiera una vez acerqué su rostro al mío tomándolo suavemente de la barbilla y besé suavemente sus labios, durante un corto instante. Pero al darme cuenta de lo que estaba haciendo me separé con cara de disculpa -Vaya... yo.. lo...lo siento -balbuceé atropelladamente- No tenía que haberlo hecho... lo...siento -murmuré sin atreverme a mirarla a los ojos. No quería ver ni por un segundo una muestra de recelo o reproche en ellos. Me levanté algo aturullado, dispuesto a alejarme de allí.

Era un idiota, definitivamente era un idiota. Por una vez que todo parecía bien y que teníamos una charla calmada iba yo y la fastidiaba besándola... En fin, había metido la pata. Me empecé a alejar de allí cuando escuché su voz y me volví, al tiempo que agarraba mi brazo. Una corriente eléctrica me recorrió al sentir su mano sobre mi piel. Habló atropelladamente, pero no era capaz de escuchar mucho, sumergido en mis propios pensamientos. Tan sólo escuché "me gustas". Levanté la cabeza para mirarla, justo cuando ella bajó la suya.
Sonreí tímidamente y alcé su rostro suavemente, con mi mano en su barbilla. Mis ojos se encontraron con los suyos, por un instante que se me hizo eterno.
-¿De verdad? -pregunté mirándola fijamente.

Sus ojos se clavaban en mí, y en parte me hacían daño. Me gustaba demasiado como para creer que eso estuviera pasando de verdad.
Sonreí al oír de nuevo que le gustaba. No podía creerme del todo que la chica de mis sueños me estuviera diciendo eso. Prácticamente me había dejado sin palabras. Negué con la cabeza cuando ella dijo que podría ignorar que le gustaba -No, no es eso... -murmuré mirándola a los ojos, con seguridad por primera vez - Es que no me lo terminaba de creer... Parece demasiado bueno para ser cierto -añadí extendiendo una mano y acariciando suavemente su mejilla con el dorso -Tú también me gustas... mucho -dije haciendo acopio de valor, sin retirar por un solo segundo la mirada.